lunes, 16 de abril de 2018

Educación emocional en la infancia

En la actualidad el tema de la inteligencia emocional está en el candelero. Afortunadamente,  cada vez se habla más de ello, se muestra más interés en aprender sobre ello y se aplica más tanto a nivel familiar como a nivel institucional; tanto en los centros de educación públicos como en los privados. No obstante, queda mucho trabajo por realizar en este sentido.

La inteligencia emocional es la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás.
Dicho así parece que al tratarse de una aptitud ésta venga impresa en la persona de manera innata, como una habilidad con la que la naturaleza ha dotado a ciertas personas; como ocurre con la inteligencia medida por el coeficiente intelectual, en la que es o no inteligente en función de un resultado numérico tras una evaluación pormenorizada.  Sin embargo,  esto no es completamente cierto. Ambas inteligencias deben entrenarse, cultivarse y estimularse para lograr el máximo rendimiento posible. Más si cabe con la inteligencia emocional.




 Desde que en 1983 el Doctor Howard Gardner expusiese la teoría de las inteligencias múltiples, la dimensión emocional de la inteligencia ha ido enriqueciéndose y enriqueciendonos. Para este psicólogo estadounidense, existen dos niveles diferenciados de inteligencia emocional. Por un lado está la inteligencia intrapersonal,  es decir , la capacidad de conocernos a nosotros mismos y practicar la introspección , de aprender de nuestras experiencias y de manejar  y gestionar adecuadamente nuestros sentimientos. Por otro lado está la inteligencia interpersonal, relacionada con las habilidades sociales como por ejemplo, la empatía , la comunicación asertiva y la escucha activa. Ambas se complementan y se necesitan entre sí.

Los años 90 fueron una década importante para la inteligencia emocional y para su desarrollo teórico y práctico.  Los padres del término en si son los psicólogos Peter Salones y John Mayer. Mucho han investigado y publicado sobre ello.
Imprescindible también ha resultado ser el trabajo en este campo de Daniel Goleman, destacando su obra " Inteligencia emocional", todo un referente en este sentido. Otro trabajo de indiscutible valor para poner en práctica el título de este post es el libro " Educar con Inteligencia Emocional " de Maurice J. Tobias; Steven E. y Friedl Elias. España acoge también  a muchos autores al respecto; por nombrar a alguno; como Eduard Punset y su hija Elsa Punset,  Mar Romera, Rafael Bisquerra, Esther García Navarro, Rafael Santandreu  y un largo etcétera.

Durante años hemos descuidado profundamente la educación de las emociones. Hemos infravalorado el importante papel que juegan unas emociones entrenadas adecuadamente para lograr un mayor bienestar personal y colectivo.
Trabajar la educación emocional de manera temprana, desde los primeros meses después  del nacimiento, es fundamental para lograr unas competencias básicas en la persona adulta. Así mismo , resulta crucial para afrontar la etapa de la adolescencia con mayor seguridad y menos vulnerabilidad a los factores de riesgo, previniendo de esta forma conductas peligrosas y conflictivas asi como comportamientos poco saludables.

Años atrás ha primado la educación lingüística,  numérica,  histórica y científica. También se inculcaban valores y principios  mediante estilos autoritarios y poco reflexivos. No se permitía expresar las emociones de forma deliberada, había que guardar las formas y cumplir con los estrictos cánones de la sociedad. La represión de las emociones, y mucho más aún de las emociones menos agradables, era la orden del día.
Ojalá esto que estoy diciendo formara parte del pasado. Sin embargo este legado cultural aún permanece vivo en la sociedad actual,  y con bastante frecuencia seguimos escuchando frases del tipo " no llores" ( aun puede ser peor si se trata del " los niños / chicos/ hombres no lloran") , " eso no es nada" o " no pasa nada" , " tienes que estar contento/a" , " sonríe ", " no te enfades", " no tengas miedo" ...
Tan fuerte ha calado este imaginario social que hasta los que conscientemente quieren romper con esta tradición , ven como salen de sus bocas en alguna ocasión expresiones de este tipo. Aquí me incluyo.

Como digo, la inexpresión impuesta de determinadas emociones consideradas " malas" o " molestas" y la obligación de lograr transmitir un estado hedonista casi de manera permanente, ha generado graves problemas de salud mental en niños, adolescentes y adultos. Y si no hacemos algo al respecto y reflexionamos sobre la responsabilidad individual pero también social que tenemos en este sentido,  la situación no mejorará e incluso empeorará. Como bien dice Jorge Bucay,  " no somos responsables de las emociones pero si de lo que hacemos con ellas".

Es importantísimo que desde chiquitines los niños y las niñas sepan reconocer sus estados emocionales para poder así aprender a gestionarlos.  Deben validarse todas y cada una de las emociones que sientan, dejar que se expresen y se familiaricen con ellas. Sólo así aprenderán a manejarlas de manera correcta. De esta manera se ejercita el autoconocimiento y el autocontrol, y por supuesto se fomenta el establecimiento de una autoestima sana.
Si por el contrario enseñamos a reprimir determinadas emociones, sólo conseguiremos que cuando esos sentimientos aparezcan; porque aparecerán si o si; lo hagan de manera explosiva. Esto generará frustración que al no saberse reconducir adecuadamente,  incrementará la tensión y el malestar. Y este círculo vicioso funcionando así constantemente da lugar a mucho sufrimiento y muchos problemas.

Además,  negar las emociones que sienten los demás es muestra de una falta de respeto y una profunda falta de empatía. Con esta actitud represiva se transmite un mensaje peligroso que dice que no se debe sentir así,  o bien que lo que se siente no es importante.
Luego nos sorprendemos cuando a las personas nos cuesta horrores poner palabras a nuestros sentimientos. Es completamente lógico y normal que suceda esto cuando no se ha cultivado esta habilidad. Y es cierto que nunca es tarde si la dicha es buena, pero si se trabaja la educación emocional desde la primera infancia indudablemente los beneficios son abrumadores.


Los adultos debemos acompañar a los niños y a las niñas en este proceso de aprendizaje. Debemos guiar, reconducir, moldear con buenos ejemplos, ser pacientes y respetuosos y sobre todo mostrar y demostrar siempre cariño y amor incondicional.



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